sábado, 7 de diciembre de 2013

¿Enamorarse o Amar?... esa es la cuestión

Hay quién dice que el enamoramiento es pasajero, algo fútil que nos hace perder la cabeza cuando tenemos ojos de adolescente y que, a medida que asoman las canas, se aparca y queda como un recuerdo delirante y lejano. Dan a entender que enamorarse es un proceso febril y temporal, que no es tan especial, que se acaba y te deja tirado en una cuneta, arrebatándote esa magia tan placentera que te hace sentir en estado de levitación.

Fotograma de "Dolls" de Takeshi Kitano, una de mis películas favoritas. Fuente: cinematradicional.com

A los jóvenes se nos mete miedo fácilmente en este aspecto. Somos así, estamos acostumbrados a aprender con lo dictado más que con lo vivido... reflejos de la infancia. Pero también, fruto de nuestro espíritu rebelde, tenemos la capacidad de desafiar a quienquiera que se atreva a prohibirnos algo. 

Decir que algo tan bueno se acaba es no dejar volar a quien recibe ese consejo... Y volar es lo mejor que puedes sentir en esta vida. Una vez se emprende el vuelo uno no quiere bajar, y menos que lo bajen, así que, le digan lo que le digan, no será tenido en cuenta.

Pero no, las personas tendemos a identificarnos con los demás y, si hay un vínculo afectivo de por medio, seguramente demos esta clase de ridículos consejos para evitar que nuestro amigo/a sufra una situación similar a la que hayamos podido vivir nosotros, creyendo así que le estamos haciendo un gran favor. Nada más lejos de la realidad, desde mi humilde punto de vista.

Este punto de vista mío quizá pueda tomarse como el de otro joven más, pero, lo cierto es que, además de joven, soy un buen observador. Aprendo de lo que veo e intento no creer a 'pies juntillas' lo que me dicen, y sobre todo, no extrapolar mis experiencias como algo general, ni siquiera para mi mismo. Me gusta observar las cosas desde distinta perspectiva.

A riesgo de ser rebatido y contradicho e incluso tachado de iluso, tal vez por esa misma condición de joven o tal vez por demostrar una soberana ignorancia, me he atrevido a formular tres pautas derivadas de esta observación /investigación mía sobre el amor.

  • 1- El enamoramiento es un proceso que precede al amar, y amar es un estado. Enamorar no es algo perpetuo, no se puede estar siempre enamorando a una persona, pero si amándola, amar si puede ser algo perpetuo. 

  • 2- Todo puede perderse o no, el problema no está en el amor o en el enamoramiento, el problema está en las personas. Pasan los años, la gente envejece y, por norma general, pierde las ganas de luchar, la fe (en un sentido aconfesional) de cuando se es joven. El amor a veces es lucha y la falta de fe lo castiga, debemos intentar que la vejez solo afecte a nuestro físico, no a nuestra mente.

  • 3- El miedo no abandona. Los consejos suelen ser fruto de un miedo y tienen como objetivo evitar un comportamiento equivocado, pero debemos ponerlos en entredicho. No debemos tener miedo, si hay algo que me gusta especialmente son los retos, cuando alguien da un consejo o una advertencia como las que he mencionado antes, lo primero que deberíamos hacer sería desafiarlo.

Con estas pautas la conclusión se me antoja simple: No debemos tener miedo, tras el enamoramiento puede venir algo mejor...Debemos cargarnos con fe y luchar por que así sea, si de verdad lo deseamos. Si tras el enamoramiento se acaban las ganas, quizá sea que no merecía la pena. 

Pero bueno... ¿qué hago?,¿estoy dando un consejo?, ¿después de todo lo que he dicho?...



domingo, 27 de octubre de 2013

La página del diario perdida.

Entre todas las insulsas y poco relevantes páginas que constituían mi diario tuve que arrancar la única que merecía la pena.



Suerte que creo recordar lo que dejé escrito en ella. Era algo más o menos así:

"Hoy no tengo miedo, ayer lo tuve, hace un año lo tuve...he estado teniéndolo casi todos los días de hace un tiempo para acá. Pero hoy no, hoy soy capaz.
Capaz de ver que lugar ocupa cada aspecto de mi vida en la misma. De recoger cada uno de ellos en un compartimento recóndito de mi pecho, de tal forma que, si las cosas se ponen feas y me topo con un camino de baches, estarán protegidas contra todo mal.
Hoy he sido capaz de proteger aquello que me importa en lo más profundo de mi ser, para así preservarlo durante mi vida"

...

¿Qué? Un buen párrafo, ¿verdad?.

....

Lo cierto es que nunca he tenido un diario. Y si algún día hubiese escrito una entrada en uno, de seguro no hubiese escrito algo así. Sería imposible.

¿Sabéis por qué?

Porque nunca lo he sentido. La seguridad es una ilusión traidora, que se desvanece cuando crees que estas acariciándola con la punta de los dedos.
La vida es, por más rutinaria que parezca, aleatoria. Aquellos que, como un servidor, llaman destino u otra suma de innumerables y trillados adjetivos al devenir de la existencia humana no son más que cobardes que quieren agarrarse a un clavo ardiendo para intentar evitar esa aleatoriedad. Ese clavo quema pero es placer bendito en las manos de muchos.
No importa, es una elección personal, una especie de fe. Quienes creemos en ello mantenemos esa situación sin rechistar, pero hay veces (muchas) que el clavo, por más que intentes evitarlo, quema en demasía. Tienes que soltarte y caes a un vacío del que no sabes cuando saldrás.
Probablemente tu solución sea agarrarte a otro clavo ardiendo, y así una y otra vez.

Quizá por eso no vaya a escribir nunca ese párrafo en ningún diario ni en ninguna especie de recordatorio. Además, cuando estás cayendo, el recuerdo de un tiempo mejor solo te hace caer más.
Te hace perder oportunidades y te coloca una venda en los ojos que te impide ser consciente de lo que te rodea...por eso, y por otras cosas más le tengo miedo a los diarios.

Si le tengo miedo a los diarios y en aquella idílica entrada empiezo diciendo que no tengo miedo, mal vamos. ¿Como podría ocurrir? Sería una paradoja.
Es imposible, como...
...Un momento...
...Quizá...
...¿Esto no parece un diario?...

jueves, 17 de octubre de 2013

The Blackout Boy o el chaval apagón

Por el sonido del despertador debían ser las 8:45.
Me levantaría pero que mejor que vacilar un rato en la cama y esperar a que vuelva a sonar el maldito tono... y efectivamente, vuelve a sonar y vuelvo a llegar tarde, como de costumbre.
Era uno de esos días en los que sé que todo irá mal, tenía los ojos pegados con algo que parecía ser pegamento industrial en forma de legañas.  Encendí la luz y no hubo suerte. A ciegas tiré de la persiana para dejar paso al sol hacía el cuarto, de nuevo sin suerte.


-Espera... algo pasa aquí...¿donde está la luz?

Sin inquietarme demasiado, quizá por la confianza que genera no tener la certeza de estar completamente despierto, no le dí demasiada importancia a que, al asomarme a la calle, no se viese apenas nada.

-Joder, esto parece serio, ¿donde estará el sol? -Pensé para mi mismo mientras me desperezaba, al tiempo que bostecé y un brillo amarillento salió de mi boca.
Era como Campanilla, el hada de Peter Pan, solo que no era como la de Disney, se parecía mas a Julia Roberts en Hook, pero con ropas más bien salidas de Pretty Woman, no me preguntéis por qué, no sabría contestaros. La inverosimilitud de aquel hecho no pareció afectarme en mi situación, por lo que me giré y me fui al cuarto de baño a lavarme la cara. 
Un tirón del cuello de la camiseta hizo que me volviese a mirar y...voila, me di cuenta de que, efectivamente, había un hada en mi habitación.

-¿Donde ibas chavalote?
-A lavarme la cara.
-No te preocupes, por mucha agua que le eches va a quedarse igual de dura.
-¿Qué? 
-Que no te enteras pasmado, a ver, ¿que hora es?.
- Y yo que sé... ¿las nueve de la mañana?
-Efectivamente genio, ¿y no te parece que algo no concuerda para ser las nueve de la mañana?.
-Es cierto, esta todo bastante oscuro, apenas te veo.
-Bingo, hoy te ha tocado un gran premio chaval, por tu soberana estupidez y tu magnífica fortuna los dioses de la naturaleza, hoy en día sepultada bajo la urbe, te hemos seleccionado para que pases un día en continua penumbra.
-¿Por qué?
-Tu sabrás... Tu nombre por favor.
-...Raymond.
-Yo te declaro desde este segundo viandante en penumbra, señorito Raymond... ¿apellido?
-... Cricketts
- Raymond Cricketts- ¡Pluf!... y desapareció sin dejar rastro.

A partir de ese momento todo se quedó tal y como ella dijo, oscuro. No importaba cuantas luces encendiese, estaba en totalmente en penumbra, apenas veía lo que tenía delante. El pobre Raymond Cricketts, osea yo, no tenía suficiente con su miopía hipermétrope, sino que ahora encima estaba casi a oscuras. 
Como soy un chico tranquilo mantuve la serenidad, desayune y todo, si es que lo que comí era en realidad algún tipo de desayuno. Después de aquello me vestí con lo primero que saqué de los cajones y me dispuse para comenzar la jornada. Antes de salir de casa, algo brillaba con intermitencia en el cuarto contiguo, parece que mamá estaba dormida así que no la desperté, aunque no entendía muy bien por que brillaba.

Decidí tomar el autobús para ir a la universidad, era demasiado arriesgado ir en el coche, apenas veía por donde estaba caminando. Aunque no parecía haber nadie en el bus, si que había gente, si. Hice el amago de sentarme encima de, al menos, un par de personas hasta que encontré un sitio libre. Dos paradas después alguien que brillaba de la misma forma que mi madre pero con una intensidad mucho mayor se montó en el autobús, era un alivio encontrar a alguien así, irradiaba luz a mi campo de visión y en cierto modo me dejaba ver el resto de cosas alrededor. Quise saber quien era, pero cuando se giro hacia mi coincidió que se apagaba en una de esas intermitencias, cuando volvió a iluminarse, estaba de nuevo de espaldas. Creí reconocerla, si, era una chica, iba a acercarme pero bajó del bus. Como un loco pregunté en alto si aquella era la parada de la facultad, ante la respuesta positiva de algún tímido solidario del fondo, me bajé y miré alrededor intentando buscar a esta persona. Llegué tarde, no se veía ya.

Ni siquiera se muy bien como pude llegar a clase y tampoco como pude aguantar las horas allí sin ver nada. Bien es cierto que el resto de días tampoco aprovechaba mucho el tiempo por lo que no noté demasiado la diferencia. Alguno de mis compañeros mas cercanos llegaron y se sentaron junto a mi. Lo supe porque también emitían esa luz. No quise despegarme de ellos, me resultaba mucho mas fácil caminar por ahí cuando íbamos juntos por lo intenté no separarme. Lo intenté, pero de nuevo vi aquella persona de luz tan intensa que perdí en el autobús, era casi abrumador, me atraía. Una fuente de luz clara.

Me separé de ellos y me dirigí con la máxima velocidad que pude hacia ella. Era difícil, la intermitencia de la luz hacía que perseguirla fuese casi imposible, pero conseguí aproximarme. Me aproximé lo suficiente para ver quien era. Esta chica era... era una... buena amiga aunque ya no nos hablábamos, sucedieron cosas entre nosotros y ahora estábamos bastante distanciados.
Recé por que ella no me viese perseguirla de aquella manera tan torpe y absurda, pero creo que se dio cuenta desde el primer segundo. Se alejó, lo que por otra parte era normal, y según parecía, tomó el bus de regreso a casa. Como había hecho el ridículo ya lo suficiente, me escondí como pude y esperé al siguiente para evitar coincidir con ella de camino a casa. 

Sentado en la parada comenzó a sonar el móvil, era mi padre, me pidió que fuese a la tienda esta tarde a echar una mano. Lo que os decía, era uno de esos días, esos días de mierda, que sabes que van a ser de mierda pero por alguna extraña razón te da por desafiar a tu intuición y poner a prueba al destino. Ahora tendría que echar la tarde en la tienda y aguantar a papá que cuando me llamaba para echar una mano, solía ser porque tenía mucho trabajo y cuando tenía mucho trabajo solía estar de mal humor. 

Volví a casa, y mi madre, aún con aquel halo de luz amarillenta parpadeante, me esperaba para comer. Ni siquiera pude disfrutar la comida, apenas veía que entraba en la cuchara y tarde como media hora en terminar el plato. Para que veáis, ni siquiera se me apetecía postre después de aquello, y eso en mi es preocupante. Mamá me acercó en coche a la tienda y de camino fui pensando como haría frente a estar atendiendo a los clientes, si apenas veía a un palmo de mi cara.

Efectivamente, apenas veía a los clientes. Suerte que mi padre también emitía aquella extraña luminiscencia y pude defenderme mientras el estaba cerca, cuando se alejaba yo parecía un elefante en una cacharrería, supongo que al verme torpe decidió no separarse mucho de mi.  Al caer la noche cerramos la tienda y volvimos a casa. Estaba totalmente derrotado, solo quería que este día pasase y que todo volviese a la normalidad.

Normalmente era un chico bastante pasota, pocas cosas me afectaban y vivía un poco bastante en mi mundo, lo reconozco. Era difícil sacarme de mis casillas pero esto lo estaba consiguiendo. En cuanto pise mi casa me dirigí a mi cuarto y me acosté, no aguantaba más.

En medio de la noche me desperté. Sabía que era de noche por que pude ver la hora en el reloj, eran las 4:40. No sabía muy bien si lo que había vivido era real, creía que sí, porque todo estaba tal y como lo dejé, pero...

-Claro que lo que has vivido es real.- Era la pseudohadajuliaroberts otra vez. 
-No empecemos de nuevo por favor, menuda tortura.
-Tranquilo hijo, parece que no olvidarás este día con facilidad, no se repetirá a menos que tu quieras, es como una penitencia.
-¿Una penitencia?
-Si, querido Ray, Raymond o Raimundo... como quieras llamarte. ¿Has visto a las personas brillantes?
-Si. Mi padre y mi madre brillaban - Me levanté rápidamente para asomarme a comprobarlo, ya no brillaban- Ahora no brillan, algunos amigos también brillaban esta mañana en la facultad, pero no se por qué.
-Muy fácil querido Raymond, todas estas personas son importantes para ti, ¿verdad?.
-Si...Claro.
-Pues ese aura que les rodea está alimentada por ti.
-¿Por mi?
-Bueno, mas bien por algo que has hecho.
-¿Y que he hecho?.
-Daño, Ray, eso es lo que has hecho. La intensidad de la luz que emitía cada uno variaba según el daño que les has hecho. ¿Brillaba mucho esa chica verdad?.

De repente, recordé como brillaban todos. Aquellos que me importaban más, brillaban más, lo que significaba que era a quienes había hecho mas daño. Resulta paradójico, ¿verdad?.

-Si que brillaba...
-Tus padres tampoco se quedan cortos, quizá si no eres capaz de verlo te sea mas gráfico imaginarlo al revés. Imagina que sus vidas están llenas de color, de luz, pero cuando llegas tu y tu aura negativa te llevas una parte de esa luz que ellos tienen, dejándolo todo más gris, más oscuro.
-Me va quedando claro.
-No pasa nada Raymond, es simplemente un ejercicio, mañana volverás a tu vida normal y corriente... y podrás volver a ser un capullo si quieres.
-¿Tan capullo he sido?
- Eso te pregunto yo a ti.
-Bueno, gracias por esclarecerlo un poco, tenía mis dudas pero supongo que es así.
-No te preocupes chico, todavía estas a tiempo de cambiar un poco, quien sabe, quizá no tenga que volver a visitarte en un tiempo.
-No lo hagas, por lo que más quieras.
-Pues ya sabes chico, aplícate- ¡Pluf! volvió a esfumarse como si se tratase del chisporroteo final de una bengala de fiesta.


Me tomé en serio sus palabras, no quería que los demás me viesen como una mancha negra y, sobre todo, no quería sentirme como una mancha negra. Me encantaban los colores, yo quería ver colores y dar luz. Era una pena ser un tío tan gris, por lo que la siguiente mañana me puse manos a la obra para cambiarlo.

jueves, 3 de octubre de 2013

Café no tan solo.

"Buenos días, póngame un café solo", dices en tu mente, mientras imaginas a aquella camarera del bar de la esquina que cada mañana hace que mires hacía el suelo como un tonto cuando os cruzáis.




Una vez en la tierra tu verdadero café está dentro de un triste microondas dando vueltas y... acaba de parar. ¡CLIN!. Está ardiendo, quema y sabe igual de mal que todas las mañanas. Llevas 5 años tomando ese horrible café soluble y ni siquiera sabes por qué. El problema es que no tienes valor de bajar y pedírselo a esa camarera tan... ¿Como decirlo?... Platónica.

Es rubia, de ojos azules...crees que te mira pero puede estar mirando los bonitos cerezos que plagan el barrio, o aquella preciosa moto clásica que estaba aparcada esa mañana, o quizás el camión de basura que suele pasar a la misma hora y hace un ruido terrible... no lo sabes muy bien pero sin duda te gustaría saberlo. Todas las mañanas, a eso de las siete y cuarto, bajas a encontrártela, y normalmente te la encuentras. Porque sí, algunos días sacas al perro, o te fumas un cigarro, o compras el periódico (¡el periódico, pero si tu ni lees el periódico!), pero no son mas que excusas para verla, y claro, ella se habrá dado cuenta... ¿o no?

Es difícil de decir, parece una chica despistada. Nunca se te irá de la mente aquel día que metió el pié en un charco y no paraba de maldecir a quien quiera que haga llover al cielo. Fue divertido ver su reacción y parece una chica divertida en sí. ¿Por que nunca le habrás pedido su número de teléfono o algo? ¿Acaso es tan difícil?.
Si, si que lo es, ¿y si está con alguien?, algunos días al salir, cuando la miras por el balcón, parece hablar mucho rato con alguien por teléfono. "Que suerte", piensas. ¿Con quien hablará? ¿Quien será el del otro lado de la línea? Un afortunado, sin duda. "Ves como es imposible" dices cuando vuelves hacia tu habitación y cierras las ventanas.

¿No pasará un solo día en que no pienses en ella de algún modo?, ¿es una obsesión esto? solo es una chica, y quizá ni sepa de tu existencia. Menuda tortura...que injusto es este mundo, ¿eh?. Una chica a la que nunca saludas puede que ni siquiera te conozca, es difícil de aceptar ¿eh?... no sabe de tu afición por el cine negro, ni de tu colección de discos de Santana, ni que te gusta dibujarla desnuda o, al menos, como tu mente la imagina desnuda... Es un putadón, ¿Eh?.
Vamos, muévete, baja ahora mismo e invítala a lo que quiera, se sociable, recítale un poema, compra una rosa y regálasela... haz lo que sea, pero por Dios santo, haz algo ya.

En un arrebato de valentía te pones los pantalones y lo que crees que es una camisa. Con un cigarro en la boca y los calcetines en la mano te metes en el ascensor. Bajas, subes, bajas, subes, bajas, subes...así hasta que consigues terminar de ponerte los zapatos y conseguir un peinado decente. Abres el portal y sales corriendo, ¿por qué corres?, paras, ¿por que paras joder?, intentas caminar con normalidad y mas o menos lo consigues.
"Vamos, no puede ser tan duro, si me dice que no, no pierdo nada y si me dice que sí, gano mucho. ¿No?, ¿ o era al revés?...¡HIJO DE PUTA MIRA POR DONDE VAS!".
Casi te pilla un coche, normal, vas pensando en tus cosas y ni siquiera te has dado cuenta de por donde estas caminando. Por suerte la cafetería esta lo suficientemente cerca como para evitarte una muerte prematura por atropello.
"¿Donde me siento?, ¿como me siento? ¿estará trabajando o se habrá tomado un día libre? ¿que pido? ni siquiera tengo ganas de tomarme un café, acabo de tomarme uno en casa...".

Entre preguntas y preguntas llegas a la cafetería y no te queda más remedio que sentarte, sería una tontería volverse ahora.
Ahí viene, es ella. En este momento todo se ve en cámara lenta, todavía estas a tiempo de huir, salir corriendo. ¿Estas loco? no lo hagas, aguanta un segundo. Ya está aquí.

- Hola
- Hola
- ¿Que le traigo?
- Uhmm... esto, me gustaría tomar un café solo.
- ¿Un café solo? No va a poder ser...
- ¿No?... bueno, no se preocupe, si no hay café, póngame...
- No es por el café...
- No entiendo
- Quiero decir, si que hay café...
- Bueno pues ¿cual es el problema entonces?
- ¿Problema? No hay problema, es decir, usted puede tomarse su café solo. Pero, no solo...
- ¿Como que no solo? Si tanto problema es, póngalo con leche, puedo tolerarlo.
- No me entiende... quiero decir, puede tomarse su café solo, pero me gustaría acompañarlo y tomar yo otro.
-...(¿QUE?) Ehhh... vale... claro ¿Por qué no?.
-... Magnífico, soy Alice.
-... Max.
- Ahora mismo vuelvo...

Dibujó una sonrisa como de cuento en su rostro a partir de haber recibido una respuesta positiva a su pregunta, y tu, tu como un pavo te escurrías sobre la silla y te temblaba la mano como si tuvieses corriente eléctrica.

"No era tan difícil ves, Ha salido todo a pedir de boca".
Es una pena que esto sea solo un cuento, que los cafés solubles sigan existiendo y que ya nadie dibuje a su camarera favorita con poca ropa, sería una magnífica historia de amor.





miércoles, 4 de septiembre de 2013

La verdadera historia de los dientes.

¿A que no sabéis por qué las personas mayores utilizan dentadura? Yo sí. En realidad no sé porque cuesta tanto darse cuenta, creo que es como un secreto escondido para que no le tengamos miedo a la vida.
Tengo muchos amigos relacionados con el mundo sanitario que tendrán explicaciones científicas para este tema y yo las respeto, si eso es lo que queréis, podéis preguntarles a ellos. Sin embargo, si queréis saber la verdad, podéis seguir leyendo.



Que los dientes estén donde están tiene un sentido más allá del sofisticado acto de fragmentar y masticar la comida. Nuestras piezas dentales, según se cree, necesitan que sonriamos para mantenerse sanas y rectas. ¿Por qué si no se iban a torcer nuestros dientes?. A todos nos enseñan desde pequeñitos a cepillarnos y eso está bien, así los mantendremos limpios y bonitos, pero el resto de problemas no se solucionan con pasta dentífrica.

La infancia es una época feliz, sin preocupaciones. Juegos, saltos, carreras, caídas, bailecitos, gritos y... de repente, el día menos esperado, se te caen los dientes. Uno detrás de otro se van cayendo y los dejas bajo tu almohada para que un tal Ratón Pérez te los cambie por dinero. Ahí es cuando un niño comienza a hacerse mayor, cuando, en vez de estar triste por haber perdido un diente, se alegra por que a la mañana siguiente aparecerá una moneda en su lugar. Los niños no son tontos, saben que no existe tal ratón, pero les interesa mantener la mentira. Lo que no entiendo es como algunos todavía siguen llamando a esos primeros dientes, "de leche".
Cuando estos se caen, unos nuevos vienen pero ya nada es igual. Estos hay que mantenerlos, si es posible, de por vida y ya hemos perdido la inmunidad que nos daban esos dientes infantiles, que tanto queríamos que se cayeran.
Con estos nuevos dientes, llega una vida nueva; más difícil, más rápida, mas dura y con menos tiempo para sonreír. Que sí la regla, que si el acné, los primeros amores, que si te sientan en el banquillo o te quedan algunas para verano. Las primeras decepciones van llegando y no se nos ocurre más que ir al dentista a que nos diga que necesitamos unos alambres, porque encima de todo parece que tenemos algún diente rebelde.
¿No es demasiada casualidad que comiencen a torcerse a la par que lo hace la vida?

Pero esto no es más que el principio de una etapa, solo tenemos que fijarnos en nuestros padres, y comprobaremos de seguro que se esmeran en esconder alguna mella. Y es simple, la vida va dándote palos y tu pierdes las ganas de reírte, es lo más normal en el ser humano, pero no es beneficioso. No es beneficioso porque, como he dicho antes, debemos sonreír para mantener sana nuestra dentadura. Vivirás cosas que la pondrán a prueba, y cosas que, inevitablemente, te dejarán sin un molar o premolar.
Ser adulto se relaciona con llevar tu vida hacia delante, cobrar un salario, cuidar de ti mismo, tomar decisiones, tener hijos, cuidar de ellos... Pero debería relacionarse con la capacidad que tiene una persona para sonreír ante las adversidades. No todos somos capaces y por eso hay tantos abuelos con dentaduras postizas, quizá nunca tuvieron a nadie que les señalase la importancia de este acto...

...Pero eso no quita que puedan sonreír ahora, aunque no tengan dientes.

Tu que si los tienes, ya sabes que hacer si quieres cuidarlos y podías empezar por ahí, dedicando una sonrisa a aquellos que ya no tienen dientes que cuidar.

El valor de los besos

Toda persona gusta de besar y ser besada...



Sobre todo si recibe uno de esos besos que paran el tiempo, el tráfico, la lluvia y cualquier cosa que se ponga en su camino. Uno de esos en los que ni siquiera te preocupas por el movimiento que sigue tu lengua, simplemente desconectas del mundo, sales de tu cuerpo y te diriges flotando hacia el cielo para deshacer algunas nubes con las manos. Uno de esos que te sacude y te eriza los pelos desde la nuca a los pies. Uno de esos a los que solo le falta una canción de piano y un plano secuencia para que sean de película.

Confesémoslo, es una de las mejores sensaciones que existe. Sí, el sexo está genial, a todos nos gusta, pero un beso...un beso puede ser ansiado y, a la vez, inesperado y sorprendente. Puede hacer que sientas que el estómago se te encoge cuando vas a darlo y que si lo recibes te sientas capaz incluso de evitar que el sol se ponga. Es algo mágico, algo que, si es dado de la forma correcta, te rescata de cualquier pena por unos segundos y te hace sentir la persona más afortunada de la tierra.

El problema, como siempre, es que la magia se olvida, se pierde. Veo muchos besos que se prostituyen y se regalan como quien reparte propaganda comercial en los buzones de cualquier barrio por cuatro perras. No digo que el hecho de repartir besos sea negativo, pero si vas a hacerlo, que mejor que tomar de ejemplo a aquel niño de párvulos que reparte sugus a sus compañeros. Hazlo con gusto, con sentimiento, sino casi mejor no lo hagas,  porque recuerda, quizá ese beso que para ti no tiene sentido es para quien lo recibe un autentico regalo, no sería muy justo engañar a alguien así, ¿verdad?.

Pero bueno...¿Quién soy yo para exigir nada?... he volado con un beso, he sonreído, he saltado e incluso bailado por un beso, me he dormido y he despertado con un beso... he llorado por un beso... así que probablemente no seamos tan distintos, seguro que todo esto ya lo sabíais y quizá lo que leéis en este texto simplemente sean las penas de alguien que se quedó sin sugus. 

lunes, 26 de agosto de 2013

Espejos

De entre todas las costumbres que inundan la rutina media de cualquier miembro de la raza humana, quizá la de mirarse en los espejos sea la más dionisíaca, egocéntrica y, al mismo tiempo, definitoria y característica.


En reflejo en el espejo, fotografía de Michelle Olaya Ortega


Suena el despertador y, sin apenas tener fuerzas para despegar las pestañas, te levantas. Trastabillándote en la oscuridad llegas hasta el baño y enciendes la luz para hacer que lo primero que ves por la mañana sea tu propia cara (en condiciones deplorables, como nos pasa a todos). Te duchas, te vistes, te peinas... y vuelves a caer en la trampa. Anda, mira, ahí estas, parece que ha mejorado mucho tu aspecto desde la última visita. Listo para salir a la calle recoges tu teléfono móvil, tu cartera y las llaves, sales al descansillo y llamas al ascensor. De nuevo te topas con tu imagen reflejada en una superficie de cristal pulido, como si no hubiese sido suficiente.
Una vez en la calle te miras en escaparates, retrovisores...pensando que aquel o aquella que está al otro lado puede escaparse. Te buscas a ti mismo en cualquier sitio que tenga la capacidad de reflejarte y ahí estás, no te has ido. Tus amigos y amigas parecen poder verte, por lo que puedes deducir que no eres transparente, que la reproducción que te han ofrecido tantos espejos por el camino es real, pero a veces ni con esas se difumina en ti ese ímpetu de buscar a tu clon.

Después de ver y sufrir esa actitud en su propia existencia uno llega inevitablemente a realizarse la siguiente pregunta: ¿Que haríamos en esta vida sin los espejos?.
No sabríamos como somos...quienes somos. Tendríamos que fiarnos de la imagen que el resto tiene de nosotros para saber como de guapos o atractivos somos o dejamos de ser realmente, si nuestro peinado gusta o no, si esa barba esta más larga de la cuenta o si tenemos unos ojos bonitos.
Tendríamos que fiarnos de la dudosa perspectiva que nos da la posición nuestra cabeza sobre el resto del cuerpo para imaginarnos al completo. No podríamos ver esa cadena de lunares que recorre nuestra espalda de esa forma tan estéticamente aleatoria o apreciar categóricamente la calidad de nuestro trasero.
La verdad...sería sencillamente maravilloso. No veríamos nuestros defectos así que la innumerable lista de complejos e inseguridades que puede desarrollar una persona se vería seriamente mermada, pero, por mucho que nos pese, los espejos existen...

La posibilidad frustrada de un mundo mejor te deja con mal sabor de boca, como cuando te toca el fruto seco amargo del paquete...pero, una vez asumido que en nuestro mundo los espejos son algo vital, ¿por qué debemos aceptar también que lo que reflejan es totalmente fiel a la realidad?.
Quizás estos eliminan la parte mágica de cada uno de nosotros reduciéndonos a una simple figura propia de la familia homínida. Quizás son un invento que distorsiona nuestra visión haciendo que nos veamos como personas normales y corrientes, tanto que incluso se nos olvida que no lo somos, o que al menos, podemos no serlo. Quizás estemos ya tan acostumbrados a como nos representa este invento que se nos ha olvidado como podíamos llegar a ser.
Al menos así me gusta verlo.

¿Quien sabe? Puede que un día te despiertes y descubras esas alas que tienes en la espalda, y claro, como no las habías visto antes, nunca te dio por pensar que podías volar.