miércoles, 4 de septiembre de 2013

La verdadera historia de los dientes.

¿A que no sabéis por qué las personas mayores utilizan dentadura? Yo sí. En realidad no sé porque cuesta tanto darse cuenta, creo que es como un secreto escondido para que no le tengamos miedo a la vida.
Tengo muchos amigos relacionados con el mundo sanitario que tendrán explicaciones científicas para este tema y yo las respeto, si eso es lo que queréis, podéis preguntarles a ellos. Sin embargo, si queréis saber la verdad, podéis seguir leyendo.



Que los dientes estén donde están tiene un sentido más allá del sofisticado acto de fragmentar y masticar la comida. Nuestras piezas dentales, según se cree, necesitan que sonriamos para mantenerse sanas y rectas. ¿Por qué si no se iban a torcer nuestros dientes?. A todos nos enseñan desde pequeñitos a cepillarnos y eso está bien, así los mantendremos limpios y bonitos, pero el resto de problemas no se solucionan con pasta dentífrica.

La infancia es una época feliz, sin preocupaciones. Juegos, saltos, carreras, caídas, bailecitos, gritos y... de repente, el día menos esperado, se te caen los dientes. Uno detrás de otro se van cayendo y los dejas bajo tu almohada para que un tal Ratón Pérez te los cambie por dinero. Ahí es cuando un niño comienza a hacerse mayor, cuando, en vez de estar triste por haber perdido un diente, se alegra por que a la mañana siguiente aparecerá una moneda en su lugar. Los niños no son tontos, saben que no existe tal ratón, pero les interesa mantener la mentira. Lo que no entiendo es como algunos todavía siguen llamando a esos primeros dientes, "de leche".
Cuando estos se caen, unos nuevos vienen pero ya nada es igual. Estos hay que mantenerlos, si es posible, de por vida y ya hemos perdido la inmunidad que nos daban esos dientes infantiles, que tanto queríamos que se cayeran.
Con estos nuevos dientes, llega una vida nueva; más difícil, más rápida, mas dura y con menos tiempo para sonreír. Que sí la regla, que si el acné, los primeros amores, que si te sientan en el banquillo o te quedan algunas para verano. Las primeras decepciones van llegando y no se nos ocurre más que ir al dentista a que nos diga que necesitamos unos alambres, porque encima de todo parece que tenemos algún diente rebelde.
¿No es demasiada casualidad que comiencen a torcerse a la par que lo hace la vida?

Pero esto no es más que el principio de una etapa, solo tenemos que fijarnos en nuestros padres, y comprobaremos de seguro que se esmeran en esconder alguna mella. Y es simple, la vida va dándote palos y tu pierdes las ganas de reírte, es lo más normal en el ser humano, pero no es beneficioso. No es beneficioso porque, como he dicho antes, debemos sonreír para mantener sana nuestra dentadura. Vivirás cosas que la pondrán a prueba, y cosas que, inevitablemente, te dejarán sin un molar o premolar.
Ser adulto se relaciona con llevar tu vida hacia delante, cobrar un salario, cuidar de ti mismo, tomar decisiones, tener hijos, cuidar de ellos... Pero debería relacionarse con la capacidad que tiene una persona para sonreír ante las adversidades. No todos somos capaces y por eso hay tantos abuelos con dentaduras postizas, quizá nunca tuvieron a nadie que les señalase la importancia de este acto...

...Pero eso no quita que puedan sonreír ahora, aunque no tengan dientes.

Tu que si los tienes, ya sabes que hacer si quieres cuidarlos y podías empezar por ahí, dedicando una sonrisa a aquellos que ya no tienen dientes que cuidar.

El valor de los besos

Toda persona gusta de besar y ser besada...



Sobre todo si recibe uno de esos besos que paran el tiempo, el tráfico, la lluvia y cualquier cosa que se ponga en su camino. Uno de esos en los que ni siquiera te preocupas por el movimiento que sigue tu lengua, simplemente desconectas del mundo, sales de tu cuerpo y te diriges flotando hacia el cielo para deshacer algunas nubes con las manos. Uno de esos que te sacude y te eriza los pelos desde la nuca a los pies. Uno de esos a los que solo le falta una canción de piano y un plano secuencia para que sean de película.

Confesémoslo, es una de las mejores sensaciones que existe. Sí, el sexo está genial, a todos nos gusta, pero un beso...un beso puede ser ansiado y, a la vez, inesperado y sorprendente. Puede hacer que sientas que el estómago se te encoge cuando vas a darlo y que si lo recibes te sientas capaz incluso de evitar que el sol se ponga. Es algo mágico, algo que, si es dado de la forma correcta, te rescata de cualquier pena por unos segundos y te hace sentir la persona más afortunada de la tierra.

El problema, como siempre, es que la magia se olvida, se pierde. Veo muchos besos que se prostituyen y se regalan como quien reparte propaganda comercial en los buzones de cualquier barrio por cuatro perras. No digo que el hecho de repartir besos sea negativo, pero si vas a hacerlo, que mejor que tomar de ejemplo a aquel niño de párvulos que reparte sugus a sus compañeros. Hazlo con gusto, con sentimiento, sino casi mejor no lo hagas,  porque recuerda, quizá ese beso que para ti no tiene sentido es para quien lo recibe un autentico regalo, no sería muy justo engañar a alguien así, ¿verdad?.

Pero bueno...¿Quién soy yo para exigir nada?... he volado con un beso, he sonreído, he saltado e incluso bailado por un beso, me he dormido y he despertado con un beso... he llorado por un beso... así que probablemente no seamos tan distintos, seguro que todo esto ya lo sabíais y quizá lo que leéis en este texto simplemente sean las penas de alguien que se quedó sin sugus.